DESTRUIR PARA CONSTRUIR
Por: Rubén Ocampo Alamán.
Viendo fotografías viejas de nuestra Heroica e Histórica ciudad de Cuautla, Mor. vienen siempre a mi mente los cuestionamientos en torno a ¿Porqué no se preservó intácto nuestro patrimonio histórico (material) como sucede en todas las ciudades con un pasado relevante en nuestra historia nacional? Puede ser que en algún caso particular haya alguna respuesta lógica que explicara la destrucción de lo construido para dar paso a lo nuevo, pero no la encuentro.
El acueducto que bajaba desde el Calvario se destruyó para dar acceso a las calles en el centro de Cuautla, hoy sólo encontramos vestigios del mismo cerca del “Molino de Arroz Buenavista”. El pedestal original del monumento a Morelos en la hoy Av. 2 de mayo desapareció, llevándose con él todas las inscripciones y relieves primarios. La barda original del Ex Convento de San Diego fue derruida para poner una reja ¿Con qué fin? El Tren escénico, con todo y su potencial, se redujo a un “museo”. Las plazas (alameda, zócalo y Revolución del Sur) también fueron modificadas en algo que se convirtió en sistemático, sin embargo la historia moderna da cuenta que la estabilidad de las sociedades dependen en parte de ese respeto al pasado, a lo hecho y logrado por los antecesores, a lo reflexionado en torno a los errores, a la autocrítica asimilada, al cuidado de lo construido: a su mantenimiento. Lo estable en las sociedades trasciende a sus individuos. Mientras estos desaparecen, por ley de vida, aquello perdura y va configurando la historia de una ciudad, de un país.
Pretender deshacer para construir equivale a ir destrozando las fotos y los recuerdos de la propia historia familiar a medida que vamos creciendo. A nivel personal, esto significaría debilitar la identidad por quebrar esa línea del tiempo para dejar sólo retazos inconexos. Con una ciudad sucede lo mismo. La falta de conciencia histórica afecta la estabilidad de aquello que debe perdurar en el tiempo. Por otra parte, los descendientes valorarán lo que se les enseñó a apreciar como valioso y eso siempre dependerá de cuán valioso lo aprecia el que enseña. Se ve así cuán cierto es que quién desdeña el pasado, desdeña el presente. En el momento no lo ve, pero a la larga dejará de apreciar el sentido de su propio paso por el tiempo.
En fin, esas fotos dan nostalgia y a quienes estamos interesados por nuestra historia y sentimos orgullo de ella nos da también tristeza. Todas las sociedades pasan por lo suyo. A nosotros nos toca aprender a valorar lo logrado heroicamente, a través de un recuerdo vivo y continuado, y a rectificar en aquello en que hemos errado. La reflexión no borra los errores cometidos, pero sí los redime, en el sentido de que abre surcos más hondos para sembrar, en el futuro, una verdadera democracia, más sólida y madura sustentada en nuestra conciencia histórica.