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NAVEGANDO POR LA MAREA VIOLETA
Por Luisa Miranda
Aún no anochece y ya la gente se va sumando a lo que más tarde se transformará en un cálido público para la tertulia musical de la Marea Violeta, una iniciativa de la Red Nacional de Refugios A.C., que cumplirá con esta, su segunda emisión, después de haberse presentado en la ciudad de Mérida, Yucatán, el pasado 19 de septiembre.
Como era de esperarse, entre la gente que aguarda dentro de las instalaciones del Hotel Hacienda Cocoyoc, ubicado en el poblado morelense del mismo nombre, predominan las mujeres; no obstante, nos agrada ver, por aquí y por allá, algunas presencias masculinas que calculamos en un 3%.
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Quince minutos antes de las 7 de la noche y cuando ya empieza a pardear la tarde, se abren por fin las puertas para dar acceso a lo que hace 422 años se inauguró como un trapiche o molino de caña y hoy luce majestoso entre tonos violeta de luces tenues y penumbras. Alrededor de 300 sillas blancas se ordenan con dirección a un escenario que se antoja tan íntimo como el entorno, cuyos ventanales lucen pletóricos de flores de cempasúchil, recordándonos que las tradicionales fechas de Día de Muertos están muy cercanas.
Suena la tercera llamada y se anuncia: “Buenas noches, a todas y todos, gracias por acompañarnos en esta tertulia por la vida, dignidad y libertades de todas las mujeres” …
La Red Nacional de Refugios es una organización de la sociedad civil feminista con más de 23 años de labor ininterrumpida a favor de los derechos humanos de las mujeres, integrada por 75 espacios de prevención, atención y protección para mujeres, niñas y niños en situación de violencia, con cobertura nacional e internacional. Es fundadora de la Red Interamericana de Refugios. Entre sus diversas actividades están la incidencia en políticas públicas en pro de la igualdad sustantiva y los derechos humanos de las mujeres. Brinda acompañamiento integral gratuito y especializado a mujeres y sus hijas e hijos sobrevivientes de violencia. Tan sólo de enero a septiembre de este año ha brindado apoyo a 28, 018 personas.
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Toma la palabra la Licenciada Wendy Figueroa Morales, Directora de la Red y generadora de la idea que hoy se presenta en forma de recital, emite una cálida recepción a las y los invitados a este concierto, agradeciendo a todas las mujeres presentes y ausentes, así como a las organizaciones feministas que apoyan el movimiento, y manifiesta que ante la ola de violencia machista “se responde cantando, exigiendo y resistiendo”.
Apenas van apagándose los aplausos cuando desde el escenario se escucha un contundente: “Soy de Tlaxcala”, es la voz de Prania Esponda, activista y rapera feminista, estudiante de Derecho quien no teme a las palabras:
Bendita tú y benditas todas las mujeres/bendito el fruto de tu vientre solamente si lo quieres…
Inicia con una canción y reclama:
Yo soy María, pero no santa/soy lo que quiero, lo que mis ovarios mandan.
Intercala sus rapeados reclamos con historias acerca de mujeres desaparecidas y reclama al poder gubernamental el no poder resolverlos.
Una, dos tres canciones, un buen número de las mujeres presentes las corean desde el alma, en una catártica combinación de sororidad, libertad y amor propio.
“Soy de Tlaxcala”, Declara. Y deja el escenario.
Los gruesos y pesados muros de piedra antigua, así como el alto techo mantienen el lugar fresco y provocan que las notas prolonguen sus ecos. El Trapiche se convierte en este rato en el foro y templo de las mujeres que ambicionan la justicia y la reclaman, encuerpándola a través de la música.
Sube entonces al escenario Dayra Fyah, también rapera… y gestora cultural… e instructora de autodefensa:
“Me puse a reflexionar hace algunos años sobre mi condición de mujer en México, y luego en el Estado de México y luego en Ecatepec, Estado de México, y fue por eso que hice esta canción:
Que mi falda era muy corta, que mi escote te provoca/que todo fue mi culpa, por coqueta y loca/ni una más/ni una menos/ni una muerta más/ni una mujer menos…
Después cuenta: “En Ecatepec, Estado de México, el 11 de septiembre del veinte veinte, en plena pandemia, un grupo de mujeres fue desalojado de la CONEM (Confederación Nacional de Estudiantes Mexicanos), fueron trasladadas en plena madrugada a Atizapán, donde no tenían nada que hacer, fueron víctimas de un intento de desaparición forzada. Gracias a la presión de esas locas radicales, de ese bloque negro, aparecieron las jóvenes y están vivas… No nos mataron, seguimos vivas y aunque nos maten, hay muchas más… Somos semilla”.
Y enseguida su voz que resuena con vibraciones que nos impactan dentro del pecho:
Alertaaa, alertaaa, estado asesino/alertaaa, alertaaa, la manada en camino/alertaaa, alertaaa, sistema corrompido/alertaaa, alertaaa, aullido colectivo…
Y entonces la audiencia, literalmente, aúlla.
Interviene de nuevo la maestra de ceremonias, dando un respiro a la emoción y explica que este recital pudo ser posible gracias a la alianza, apoyo y financiamiento de Hispanics in Philanthropy y gracias a esto las personas aquí presentes “nos estamos subiendo a las olas violetas por la vida”. Aplausos nutridos.
La noche ya avanzó, suben al escenario un par de personas a instalar dos micrófonos de pie y un atril. Llegó el momento de presentar a una cantautora que ha sido clave para el movimiento feminista en el país y a nivel internacional, una mujer que trae bajo el brazo un himno y en el nombre una evocación: Vivir Quintana.
Dos jóvenes mujeres aparecen en escena, una carga un pequeño acordeón, otra una guitarra. Mientras Carmen Ruiz, la directora musical, acomoda su instrumento de viento y sus partituras, Vivir conecta con la audiencia, de tan solo decir: “Mi papá es de Yautepec”. Se escuchan gritos. Comparte con todos el recuerdo de sus visitas a ese entrañable poblado morelense, en las Navidades y vacaciones y, por supuesto, se acuerda clarito de haber participado en el “Brinco del Chinelo”. Después de asegurar sentirse como en su “segunda casa”, suena el acordeón y la guitarra.
La cantautora arranca su participación con “La casa de la esquina”, una canción que recuerda a su otra casa, la de su infancia, la de Coahuila. Siguieron “Satélite de mar”, “Corazón de ave”, “En las luces de la tarde”, “Enamorada”.
Cuenta: “Las compañeras que están privadas de su libertad física por defenderse de su agresor, en México, en Latinoamérica y en el mundo, son muchísimas. Esta es la historia de dos de ellas, en un corrido”.
Suenan las canciones, se desgrana la noche. De repente Vivir hace una pausa para hablar acerca de la importancia de los Refugios como acompañamiento y ayuda a las mujeres que están viviendo momentos difíciles, momentos de violencia de género. Invita a los presentes a apoyar la lucha, donando, haciendo voluntariado, compartiendo el mensaje o apoyando con la compra de artículos diversos hechos por las manos de las mujeres de los refugios, que esta noche se encuentran disponibles en la entrada de El Trapiche.
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Y enseguida, el estreno de una canción, que por encargo de la Red Nacional de Refugios se está estrenando en esta gira de Marea Violeta: “Mi Refugio”, autoría de Vivir Quintana y producción de Indira Índigo.
Me destrozaron las alas/amenazaron mi paz/casi me quitan la vida/entre aquellas paredes/que llamaba hogar/¿A dónde van las mujeres/cuando la violencia/se sienta a cenar?
Me rescataron un jueves/nunca lo voy a olvidar/después de más de mil días/dormí sin cuidarme de no despertar/aquí no llegan los monstruos/me dijo mi hija y dejé de temblar…
Finaliza la canción con lo que pensamos que sería el momento más álgido de la noche. Después de los largos aplausos, la voz de Quintana anuncia, sin más aviso que las lacónicas: “Ojalá algún día deje yo de cantar esta canción” … Y entonces sí… se cimbra el recinto, se ponen de pie todos juntos y comienzan los icónicos acordes a sonar, acompañados de la multiplicidad de voces:
Que tiemble el Estado, los cielos, las calles/que tiemblen los jueces y los judiciales/Hoy a las mujeres nos quitan la calma/Nos sembraron miedo, nos crecieron alas…Nos roban amigas, nos matan hermanas/destrozan sus cuerpo los desaparecen/no olviden sus nombres… por todas las compas marchando en Reforma/por todas las morras pelando en Sonora/por las comadantas luchando por Chiapas/por todas las madres, buscando en Tijuana/Cantamos sin miedo/pedimos justicia/gritamos por cada desaparecida/que resuene fuerte: “¡Nos queremos vivas!”/que caiga con fuerza el feminicida…
“Justicia, justicia, justicia” rematan las arengas de la audiencia al terminar la canción.
Off the record:
Nadie quiere irse, nadie sale del salón. Entre la romería que se ha generado con todos de pie, la maestra de ceremonias apenas ha podido despedir el evento. Suben el escenario para la foto oficial las tres cantantes que esta noche se presentaron, la Directora de la RNR, y miembros de organizaciones feministas locales como Creativería Social y Por Decisión que fueron parte importante en esta noche.
Hemos solicitado una breve entrevista a Wendy Figueroa desde el inicio del concierto, nos acercamos entre la gente a su punto de visión, para que no nos olvide, pero todos quieren acercársele para tomarse fotos con ella o compartir unas palabras. Hacemos guardia.
Después de 15 minutos el lugar sigue pletórico de gente, desde la parte de enfrente en donde esperamos a la Directora de la RNR, aún se ve lleno y las personas conversan, se abrazan, se notan contentas. Wendy se acerca y nos dice: “Ya estoy con ustedes” pero enseguida se la lleva otro grupo de mujeres.
Mientras aguardamos, observando el movimiento del entorno, se topa nuestra mirada con la de una dulce mujer que nos mira sonriendo y enseguida nos dice: “Estoy muy emocionada”. Se trata de una mujer de aproximadamente 65 años de edad, de cabello corto y blanco, “¡hasta lloré!”, entonces sonreímos y nos acercamos para escucharla: “Yo también sufrí maltrato, y fue durante muchos años de mi vida… y también ella” miramos a quien nos señala y sostiene de su mano, una pequeña de aproximadamente 4 o 5 años. Afortunadamente en ese momento el ruido nos impide escuchar lo que nos dice que le pasó a su “hija”, pero lo imaginamos. Volteamos a ver a la bien peinadita nena, que al saludarla también nos sonríe. “A ella, y a mi hija mayor también, a ella le pidió tres veces que tuvieran relaciones sexuales”, nos dice con un dejo de tristeza en el rostro, “Fue mi esposo”. Al notar el efecto que nos producen sus palabras, torna de nuevo a su sonrisa y remata “Pero me acerqué a los Refugios, y ahora estoy bien, Me siento bien, me ayudaron. Sobre todo, ella”. Señala a Wendy, que sigue ocupada. “La estoy esperando para darle las gracias”. Nos despedimos y decidimos cederle nuestro turno en la fila para que hable con Wendy.
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Cuando salimos de El Trapiche, después de la entrevista, la romería sigue su curso, nadie quiere irse. Entendemos que efectivamente hemos presenciado como las asistentes se han sumado a esta iniciativa y han compartido sus voces, sentires y pensares.
Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo/si un día algún fulano te apaga los ojos/ ya nada me calla, ya todo me sobra/ si tocan a una… ¡respondemos todas!.
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