Felipe Ocampo Arteaga: El lado humano del pintor magistral.
Por Luisa Miranda
Más allá de la formalidad del evento, Felipe Ocampo Arteaga sonríe y hace bromas que rompen con lo acartonado que suelen ser este tipo de programas. En los ojos de este talentoso pintor cuautlense de 72 años, aún puede verse el brillo de una mirada traviesa, la misma que hace 64 años se emocionó al ver por primera vez la brillante escultura ecuestre de un Emiliano Zapata que tomaba afectuosamente el hombro de un campesino.
Fue entonces cuando el jovencísimo Felipe, de 8 años, queda cautivado por la figura de tez morena, mirada profunda, bigote profuso y porte gallardo del Caudillo del Sur y comienza a pintarlo, “… aunque no hubiera sido héroe, yo lo hubiera pintado, porque tenía una figura muy poderosa, muy fuerte”, afirma hoy el artista plástico que lleva más de 20 años pintando al también llamado Atila del Sur.
La noche del pasado 25 de noviembre, se inauguró, en la galería Arturo Estrada, ubicada en el lobby del Teatro Narciso Mendoza, en Cuautla, Morelos, una muestra que expone 13 obras pintadas por el maestro Ocampo, que pertenecen a colecciones privadas y cuya figura central es… exacto, Emiliano Zapata.
El corte del listón inaugural de esta exhibición titulada “En este valle de lágrimas” estuvo a cargo del presidente municipal de Cuautla, Rodrigo Arredondo, su esposa Araceli García, presidenta del Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia, así como algunos miembros del cabildo.
Conocer por primera vez en persona a Felipe Ocampo genera cierto desconcierto, pues no sabes si habla en serio o bromea. Al entrevistarlo y hablar del surrealismo que imprime en sus pinturas, hago alusión a Salvador Dalí, a lo que me responde muy seguro: “Fue mi abuelo”, al preguntarle dónde está la relación, me dice: “En que desde pequeño yo veía sus litografías y yo lo veía en mis sueños, soñaba que me encargaba cosas, rellenaba yo sus dibujos. Tuve un par de sueños de ese tipo, pero me impresionó su imagen, sus bigotes-antenas, y yo decía: Mi abuelito”.
Felipe Ocampo nació el 30 de abril de 1950, en la céntrica calle de Niño Artillero (tal vez de ahí proviene su sino de niño eterno). Su primer encuentro con las imágenes se lo regaló su padre, Trinidad Ocampo Moronatti, un amante del dibujo quien le trazó un caballo y un águila en su cuaderno escolar y le dijo: “cópialos”. Felipe tenía entonces 6 años y ese era su primer día de escuela, a su regreso a casa no hizo caso a su tarea y se dedicó con emoción a copiar las figuras a lápiz… Nunca más dejó de dibujar y pintar.
Cursó sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, se dedicó también al diseño gráfico y la publicidad en agencias de renombre, ha sido maestro de dibujo y ha participado con su obra en diversas exposiciones colectivas. Él mismo dice que hacer esta exposición fue “difícil y tormentoso”, pues reunir el material fue complicado, y una vez más bromea: “No lo vuelvo a hacer”.
Dentro de la galería sus pinturas se desbordan de comentarios, hay gente que se acerca lo más que puede al lienzo para ver y apreciar los pequeños grandes detallas que habitan en la obra de Ocampo, en todos los cuadros se repite la figura del revolucionario más querido en la región: Emiliano Zapata Salazar.
Tal como el pintor lo dijo en sus palabras de bienvenida, dentro de la galería hay también encuentros de “cuates que tenían mucho tiempo que no se veían”, figuras conocidas se saludan mientras disfrutan de las obras detalladas, minuciosas, mágicas.
Pero estos no son los únicos agradables reencuentros: A la foto se congregan un buen número de miembros de la familia Ocampo. Entre hijos, primos y sobrinos que, orgullosos del talento de Felipe, acuden a acompañarlo. Destaca en la fotografía la mamá del pintor, Carmen Arteaga, de 98 años y que según nos enteramos también pinta desde hace mucho, pero no conserva sus obras, porque siempre las obsequiaba. La dicha de ver reunida a gran parte de su familia pinta también una sonrisa en el rostro amable de Felipe Ocampo.
Entre las trece obras colgadas en la galería, resalta por su sencillez inacabada una que más bien parece un dibujo, se trata del boceto del mural intitulado “Plan de Ayala” que, extraoficialmente nos enteramos, estaría planeado para pintarse en el Palacio Municipal. Este boceto es objeto de varios comentarios en el marco de la cercanía del aniversario 111 de la Promulgación de ese importante documento.
Ya va avanzado el evento cuando, por la puerta oriente del teatro, entra casi corriendo una joven que lleva un objeto en las manos, busca desesperadamente al maestro Ocampo y le pide fervientemente que le firme un cuadro que él mismo pintó.
En la entrevista también le pregunté acerca del rumor de que pinta todos los días, la pregunta fue: “¿Diario?… ¿no se cansa de pintar?” su respuesta: “No. Cuando no pinto a veces lo confieso, a veces me da hueva ser feliz y entonces me pongo a hacer otras cosas. En mi otra vida fui carpintero, entonces me gusta mucho la carpintería, crear con las manos; voy mezclando el trabajo manual con la madera y a veces hago cosas locas, mis inventos. Entonces voy mezclando eso con la pintura, y a veces acabo cansado por la otra talacha y digo: hoy no pinto, hoy no soy feliz, no importa”.
Felipe Ocampo Arteaga es uno de los mejores pintores que ha dado Cuautla. Su voz es amble, su trato gentil, su esencia de niño, su talento es grande. Es un hombre que lleva dentro un sinfín de historias y sentimientos… ¿Y su obra?… Esa habla por sí sola.
La exposición estará montada hasta mediados del mes de diciembre.