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Sueños de papel y cartón en el MAP
Por Luisa Miranda
“Crackjjjjjj” suena a golpe de ladrillo y se raja, pero entre los gritos infantiles y los cánticos tradicionales, nadie se da cuenta. En medio de la fría noche invernal todos lucen contentos…
El famoso navegante italiano Marco Polo, las vio por primera vez en la antigua China: tenían la forma de un buey, estaban llenas de semillas y pendían de una cuerda. Los chinos las rompían a palazos para posteriormente quemarlas, repartiéndose las cenizas como un tesoro de bonanza en plenas festividades del año nuevo.
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Tanto llamó la atención del mercader esta costumbre, que la llevó a su natal Italia, en donde adoptaron el ritual para las festividades de la cuaresma, poniéndole su propio y cantarino nombre: “Pignatta” que significa “olla de barro”. De ahí la costumbre pasaría a España y, durante la conquista, a México.
Siguen bailando al aire las multicolores tiras de papel de china, de tonos rojos, verdes, amarillos, morados. Desde las azoteas aledañas sostienen la piñata con cuerdas dos señores que ríen al balancearlas. Abajo, un niño que no da una, blande al aire un palo de madera…
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Pero según investigaciones antropológicas las piñatas también se encontraban presentes en rituales de culturas mesoamericanas, pues existen indicios de que los mayas acostumbraban romper recipientes de barro rellenos de cacao y también los mexicas llenaban cazuelas de barro con tesoros y alhajas, las decoraban con plumas y listones y las rompían durante las festividades en honor al dios Huitzilopochtli.
Del modo que haya sido, las piñatas en nuestro país comenzaron a surgir en el año de 1586 (Siglo XVI), en el antiguo poblado de Acolman de Nezahualcóyotl, actualmente Estado de México, cuando los frailes Agustinos recibieron la autorización del Papa Sixto V para celebrar las “misas de aguinaldo”, que más tarde se convertirían en las posadas, en los días previos a la Navidad.
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Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino… Un palazo, dos, tres, cuatro y ¡por fin la rajada inicial cede y la olla se quiebra ante el último palazo del último de los niños de la fila!… caen desde lo alto mandarinas, jícamas, cañas, tejocotes, naranjas, cacahuates y diversas colaciones que los niños se aprestan a atrapar en el piso, mientras gritan contentos con la recompensa.
Las piñatas se usaban como alegoría para evangelizar a los pobladores de la región. Los coloridos papeles con los que se envolvían simbolizaban los placeres superfluos, e incluso en la piñata original de forma de estrella, los picos representaban los siete pecados capitales: La ira, la gula, la soberbia, la lujuria, la pereza, la avaricia y la envidia. Se vendaban los ojos para aludir a que la Fé es ciega y con el palo se tundía a esa representación de las tentaciones, recibiendo, al vencerla, todas las recompensas del cielo.
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En la actualidad la piñata ha evolucionado, realizándose no sólo de olla de barro, sino de diversos materiales como cartón, cartulinas y pinturas, que representan ya no únicamente la estrella tradicional sino un sinfín de personajes y figuras.
Los invitamos acudir a la edición número 16 de la Exposición de Piñatas Mexicanas en el Museo de Arte Popular (MAP) de la Ciudad de México. Ahí podrán apreciar a las piñatas ganadoras de este año y a las menciones honoríficas. Un colorido mundo en donde abundan venados, abejas de maguey, alebrijes, árboles de la vida, ajolotes, chinelos, catrinas y un mundo de fantasía completo, realizado todo por manos artesanas mexicanas.
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La cita es en la calle de Revillagigedo #11, col. Centro, en la delegación Cuauhtémoc. En donde estará hasta el 11 de diciembre. La cuota de entrada es de $60, pero personas con discapacidad, menores de 18 años, adultos mayores, estudiantes, profesores y artesanos no pagan.
No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata.
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